La actualidad política de nuestro país se vio sacudida durante las últimas semanas
por un nuevo escándalo que afecta al insolvente gobierno de F. González. Se trata
del asunto de las escuchas telefónicas por parte del CESID, de forma totalmente
ilegal, a personajes de la vida pública española, en interés de la camarilla gober-
nante y sin ninguna relación con la seguridad nacional.
Puesto que los muchos escándalos e ilegalidades en que incurrió e incurre la cla-
que felipista se van sabiendo poco a poco, uno tras otro, no acaba de formarse la
imagen definitiva de esa pandilla de delincuentes. Cada nuevo escándalo añade
nuevos datos a su historial delictivo y basura adicional a su imagen siniestra.
C
on asuntos co
m
o el de
J
uan
G
uerra
, A
ida
A
lvarez
, FILESA...
nos percata
m
os de que
el partido felipista no desdeña cometer irregularidades en lo tocante a su financia-
ción, y que permite que se recompensen debidamente los granujas que intervienen
en ese proceso. Con asuntos como el «caso Rubio», el de la compra fraudulenta de
terrenos de RENFE, el de la Directora del B.O.E., el del cuñado Palomino... se
pudo de manifiesto que el P.S.O.E. de F. González viene a ser una fuente de bene-
ficios para los altos cargos que tienen acceso a información privilegiada y para los
parientes de los jerarcas del partido. La forma en la que se reprivatizaron los
activos de RUMASA, en especial Galerías Preciados, y la responsabilidad del
Gobierno en la quiebra de KIO en nuestro país, nos enseñan que los compinches
de Felipe González saben proceder con muy poco rigor en sus funciones cuando de
ello se derivan beneficios para sus amigos. Con el «caso Roldán» y el de los GAL
se evidenció que el felipismo recurre a personajes de los bajos fondos para realizar
actos incluso de terrorismo de Estado, y que usa con profusión los fondos reser-
vados para pagar complicidades y gratificar a los allegados.
Todos los escándalos mencionados aportaron además otra enseñanza, y es que
cuando se empiezan a difundir las noticias por la prensa, el Gobierno siempre
comienza negando los hechos. Después, cuando los datos se confirman, Felipe
asegura que é1 no sabía nada, y que se enteró por la prensa.
Esto no obsta para que después arremeta contra la prensa que descubre los delitos,
contra los partidos de la oposición que los critican y contra los jueces que intentan
investigarlos y juzgarlos. A todos los acusa de conspiración contra el Gobierno e
incluso contra el Estado. Es evidente que lo que molesta a ese señor no es que los
delitos se produzcan, sino que se descubran, se critiquen y se intente castigarlos.
Cuando se concreta la responsabilidad del poder político en los delitos denuncia-
dos, el Presidente Felipe transige con la destitución o dimisión de algún personaje
de segunda fila, en algunos casos las responsabilidades alcanzan hasta algún minis-
tro, pero siempre dejando en claro que é1 -Felipe- está libre de toda sospecha y que
no le debe alcanzar ninguna responsabilidad, ni política ni penal.
E
ste esque
m
a se repite últi
m
a
m
ente con ocasión del escándalo del espionaje ilegal por
el
CESID. L
a
m
acabra i
m
agen de nuestros actuales gobernantes se va perfilando aún
m
ás. Con asuntos como este, seguramente el más grave de los que se descubrieron
hasta ahora, el partido felipista demuestra que está dispuesto a incurrir en cualquier
grado de perversión con tal de asegurarse indefinidamente el control político de
esta sociedad. Si fuese cierto que el Presidente Felipe no es responsable de ellos, la
cosa será demasiado grave pues eso significaría que estamos siendo gobernados
por un gilipollas perdido que no se entera de lo que ocurre en su casa y lo que
hacen los colaboradores que é1 eligió. Pero si, como es evidente, é1 es el principal
culpable de lo que ocurre, la cosa es muchísimo s grave, pues se trata de una
serie de ilegalidades que ponen en cuestión nuestro sistema político como Estado
de Derecho. Con las escuchas telefónicas a toda clase de personas importantes del
país -parece que ni siquiera el Rey y su padre el Conde de Barcelona se libraron de
ese espionaje- se persigue recabar información con la que se puede presionar y
chantajear a todo el mundo; (¿por dónde tendrán cogido a J. Pujol?).
E
sta for
m
a ilegal de actuar desde el poder político nos enfrenta a una lacra de la vida
política espola que dába
m
os por superada
;
nos referi
m
os al caciquis
m
o de la época
de la Restauración, a finales del siglo pasado. En realidad, el tinglado que monta-
ron estos señores del P.S.O.E. parece un híbrido del caciquismo tradicional espa-
ñol y los métodos del P.R.I. en Méjico. Parece que los social-demócratas españoles
to
m
aron co
m
o
m
odelo a sus correligionarios
m
ejicanos
,
los cuales desde hace
m
uchas
cadas
m
onopolizan el poder potico en ese país valndose de todo tipo de fraudes
y arbitrariedades que desvirtúan total
m
ente el carácter del siste
m
a de
m
ocrático.
Con esto tenemos que tener mucho cuidado. Si no conseguimos pararles los pies a
estos granujas felipistas, nuestra democracia, niña aún, corre el peligro de ser muy
puteada y privada de todo contenido de verdadero poder popular, quedando redu-
cida a una caricatura de democracia, una democracia solo formal -de mera forma-
como la de Méjico y demás repúblicas bananeras de Iberoamérica.
Nuestra joven democracia superó un gran peligro como el intento de golpe de Es-
tado de Tejero, el 23 de Febrero de 1981, porque gozaba de bastante prestigio y es-
peranza de futuro como para que el Rey se sintiese obligado a defenderla. Pues
bien, hoy puede perder ese prestigio la democracia española si se deja meter mano
por el primer caradura que llega, y así en el futuro cualquier dictador o monarca
puede sentirse tentado a violarla
,
pues no merece el respeto de los de
m
ás quien no se
respeta a mismo. El apoyo electoral que todavía hoy sigue recibiendo la canalla
felipista es algo que deshonra a nuestra democracia, algo que anima a F. González
y su pandilla de ladrones a seguir tratándonos de la misma manera, y algo que
animará a futuros gobernantes españoles a chulearnos cuando les llegue la ocasión.
Si, como se dice, cada pueblo tiene los gobernantes que se merece, resulta desola-
dor comprobar cuan poco montan nuestros merecimientos al observar la carencia
total de cualidades morales de los políticos del partido gobernante. En la sesión
parlamentaria del 29 de Junio, el Presidente Felipe dejó claro una vez s que
tiene bastante desfachatez para seguir burlándose del pueblo que repetida
m
ente puso
en é1 su confianza. Incluso un tema de la gravedad del espionaje telefónico carece
de entidad para hacerle asumir las responsabilidades que le conciernen. Con la en-
trega de unas cuantas cabezas menores, ese partido de culpables se atrinchera en
torno al principal culpable y se carcajea de quien les recuerda sus deberes con la de
m
o-
cracia y el pueblo español
,
con los ideales de izquierda que dicen representar...
E
n la
m
encionada sesión parla
m
entaria el líder co
m
unista Julio
A
nguita tuvo la osadía
de recordarles que está aún por desarrollar el contenido progresista de la Constitu-
ción votada -también por ellos- en los comienzos prometedores de nuestra demo-
cracia. Risas fue la respuesta de los parlamentarios socialistas. Risas y carcaja-
das también cuando se les recuerdan los valores y las ideas de la izquierda que trai-
cionaron sistemáticamente durante s de una década. En realidad no puede dejar
de hacerles gracia el que se les relacione con ideas de izquierda a ellos, precisa-
mente a ellos, personajes de un cuento de Alí-Baba, trepadores sin escrúpulos, pre-
potentes acostumbrados a que se les pague precisamente por recochinearse de este
pueblo como lo están haciendo.
S
i no so
m
os capaces de poner en su sitio a esos indeseables
,
su risa nos alcanza a todos
y estare
m
os condenados a sufrir para sie
m
pre ese tipo de gobernantes -de su partido
o de otro
,
para el caso es igual
-
pero de su talante chulesco
,
que se crean con derecho
a pernada para entrar a saco en los fondos públicos y beneficiarse de su posición.
Puesto que queremos creer que nuestro pueblo se merece otra cosa, pedimos a los
sectores de izquierdas de nuestro país que retiren definitivamente su confianza a un
partido que, llamándose Socialista, cuando llegó su hora no supo estar a la altura
de sus responsabilidades históricas. Es el momento de pasar esa factura, precisa-
mente ahora.
Julio de 1995